miércoles, 9 de abril de 2014

Cómo comportarse en un concierto

Muy queridos alumnos:

Como estamos muy animados con esto de acudir a conciertos he pensado que puede ser conveniente daros unas pautas sobre cómo comportaros cuando hacéis de público. Normalmente hablamos de qué tenemos que hacer cuando tocamos, ya sabéis: sonreír mucho, sobre todo cuando nos confundimos -no vaya a ser que no se hayan dado cuenta- saludar al principio y al final de la pieza para agradecer los aplausos, afinar si es que tocamos con alguien más...pero, ¿hay algo especial que debemos o no debemos hacer cuando vamos a disfrutar de un concierto?

Tenemos la muy reciente experiencia del concierto al que acudimos en Baluarte la semana pasada. Estoy totalmente segura de que ya tenéis claro algo importante: uno puede empezar a toser cuando la orquesta deja de tocar, bien sea al terminar un movimiento o al final de la obra. Recordaréis todos que, al finalizar el concierto de Rachmaninov -que nos tuvo a todos más de media hora sin poder soltar ni una leve tosecilla- hubo una explosión tusiva que parecía un inmenso tutti tosedor fortissimo. Yo no tenía ganas de toser en ese momento pero inmediatamente me uní a ese festival del carraspeo, fue muy divertido.

De modo que ya tenemos una pauta: no toser mientras alguien esté tocando. Hay que aguantar como sea.

A veces uno puede tener tantas ganas de toser durante el concierto que necesita llevarse un caramelo a la boca para evitar el ataque, y aquí aparece la segunda norma, relacionada con la anterior: si uno lleva algún caramelo balsámico para evitar el ataque de tos...¡¡¡no debe estar envuelto con un papel ruidoso!! Esto es terrible...
Imaginad el momento musical más sublime, un pianissimo, un acorde suspendido que nos tiene en vilo, una protagonista de ópera que está derrumbándose ante su amado entre lágrimas...y, de pronto, se oye un crrrisshs crrrrasssh. Inmediatamente el autor del desagradable y disonante ruidillo sentirá en sus carnes un montón de dardos visuales procedentes de las butacas vecinas. Debo aclarar que durante los interludios de toses sí se puede, claro, nadie lo oye con tanta sacudida pulmonar.

Un tema que daría para una tesis es aquello de cómo debe uno ir vestido para acudir a un concierto de eso que llaman música clásica. Os diré que depende del género.

Por ejemplo: si se trata de un concierto de música antigua (me refiero hablando muy en general a música interpretada con instrumentos originales) para un pequeño auditorio es frecuente que los propios intérpretes se vistan con un aire más bien hippie. Podemos llegar a encontrar a un violinista barroco -bueno, para que no se me ofendan los violinistas, diré que incluso podríamos encontrar a un oboísta barroco- que toque descalzo. En ese caso podemos ir como nos dé la gana.

Sin embargo, si alguna vez pudieramos pagarnos el lujazo -y previamente tuviéramos ese capricho, claro- de acudir al concierto de año nuevo que desde Viena se retransmite por televisión para todo el mundo deberíamos ir elegantísimos, como si fuéramos a una de esas bodas en las que las pobres invitadas taconean entre adoquines arrastrando echarpes.

Para los conciertos de orquesta de ciclo la cosa se ha relajado bastante, como pudisteis ver el otro día en Baluarte. Vamos, que no hay protocolo al respecto.

Analicemos ahora el tema de los aplausos. Supongo que habrá un porqué para que se pueda aplaudir al finalizar un aria en medio de una ópera -cuando al público le ha gustado mucho la interpretación, claro...de lo contrario, se permiten los abucheos y pataleos- y, sin embargo, uno pueda verse espoleado de miradas asesinas si se le escapa un aplauso al finalizar un maravillosamente interpretado primer tiempo de una sinfonía cualquiera. El caso es que no conozco el devenir histórico de los permisos y prohibiciones al aplauso (si alguien lo conoce puede ilustrarnos a todos con un comentario) pero que os quede claro si no queréis hacer el ridículo: nunca aplaudáis entre los movimientos de un concierto o sinfonía.

A este respecto, creo que es bastante claro el esquema que ilustra este párrafo. Leedlo con atención y aprended bien el protocolo antes del próximo concierto.

Tal vez, a estas alturas, os estáis preguntando: "Pero...¿esto ha sido siempre así?" Os diré que no. Para nada. En absoluto. Para que me entendáis voy a citar al musicólogo italiano Stefano Russomanno en la introducción que escribió para la edición española de "El teatro a la moda", obra que escribiera Benedetto Marcello hacia 1720 describiendo en tono muy irónico y divertido el mundo operístico veneciano.

Cuenta Russomano en esa introducción que "Gran parte de la representación transcurría entre el vocear del público. Y no sólo eso. El público veneciano que acudía a los melodramas escogía las formas más variadas de entretenimiento. Unos charlaban, otros se llevaban la comida, otros, en fin, se dedicaban a los juegos de azar. (...) Algunos bajaban a la cantina del teatro, donde el empresario organizaba verdaderas comidas. (...) Dentro del mismo melodrama el grado de atención de los oyentes podría variar de la atención absoluta a la total indiferencia. Tanto es así que en la época existía una tipología de aria, el aria del sorbetto, llamada así porque, al ser cantada por un personaje secundario, el público podía mientras tanto dedicarse a tomar sorbetes. (...) Parece ser que una de las actividades preferidas consistía en escupir desde los palcos sobre quienes estaban en la platea. Los periódicos venecianos de la época registran quejas de espectadores alcanzados por salivazos. "











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