jueves, 3 de enero de 2019

Soy madre de pequeños músicos


Han pasado unos años desde que la mayor de nuestros tres hijos hacía estos "garabatos musicales" en su cuaderno. Hoy Catalina tiene nueve años, empezó a tocar la guitarra el curso pasado y pasa además largos ratos en el piano tocando melodías a oído y haciendo experimentos armónicos que su padre va enriqueciendo enseñándole nuevos acordes.

El mediano, Juan Manuel, lleva un par de años tocando la trompeta. Es un chaval bromista y alegre y, cuando se decidió por la trompeta, me dio por pensar en cuánto tiene que ver el instrumento elegido con la personalidad del músico. 
La mayor, sensible y tranquila, había estado dudando un tiempo entre el arpa y la guitarra. Ambos instrumentos tienen un sonido dulce, que invita a la contemplación... La pequeña, Inés, ha comenzado este año con el violín. Y, ¿cómo es Inés? Sensible, muy cariñosa, y también apasionada. A veces "le da al arco" con energía, otras con sumo cuidado. 

Pero, dejando de lado esa pequeña reflexión sobre la relación entre instrumento elegido y personalidad del músico...quería hoy contaros mi nueva experiencia como mamá de pequeños músicos. 

Hace unos años, volcaba en este artículo, y también en este otro varias reflexiones y consejos acerca del importantísimo papel de los padres en la educación instrumental de sus hijos. ¿Qué pienso ahora que, además de profesora, soy madre de "aprendices instrumentistas"? Quizás, puedo resumir lo que a continuación voy a desarrollar en esta frase: 

¡¡¡Cuánto os admiro!!! 

No sé cómo es vuestra vida, pero sé que solamente el hecho de que los hijos realicen estudios de música además de sus estudios obligatorios en la escuela primaria o secundaria, ya lía bastante el día a día de los padres. Si, además, habéis valorado que es bueno que hagan un deporte, o ajedrez, o danza...todavía estáis más liados que nosotros. 
Tendréis, como nosotros, tardes en que llegáis a casa a las mil y no podéis aspirar a más que a cumplir con las tareas del cole antes de ir a la cama. Tal vez haya un par de tardes en las que tengáis que encajar: tareas, baños, instrumentos. Todo ello mientras vosotros preparáis las lentejas del día siguiente, ponéis una lavadora y llenáis el lavavajillas con las tazas del desayuno que quedaron por la mañana en la fregadera. 
Estas inevitables tareas domésticas se interrumpen cuando un hijo vuestro dice: "Mamá, no entiendo este problema." Y acudís, secándoos las manos con el trapo de la cocina, a ayudar.

Entonces, vosotros y yo misma, comprobamos cuánta razón hay en esto que os decía en uno de aquellos artículos que escribía desde mi "cátedra" de profesora de oboe que entonces no tenía hijos aprendices:
"Siendo muy optimista, diría que un niño de cada doscientos se pone a tocar a cualquier hora del día sin que nadie se lo recuerde. Normalmente hay que insistir. A veces incluso hay que insistir mucho."

¡Cuánta razón tenía, y qué difícil es a veces experimentarlo en casa! Adivinaba esto cuando seguía diciendo:
 
 "Es comprensible que a muchos padres les resulte duro tener que estar recordando a sus pequeños músicos que tienen que ponerse a tocar. No os desaniméis, es lo habitual."

Pues sí, es duro. Y a nosotros también nos ha pasado aquello que para el profesor sin hijos instrumentistas es tan incomprensible: como haya un cumpleaños y una comida familiar en la misma semana se nos puede ir el estudio a la porra.

No es este el sitio en el que derramar una reflexión sobre la equivocada vida estresada e hiperproductiva que nos hemos montado en el occidente desarrollado.  

Me limitaré a describir los efectos que esta vida loca tiene en detalles tan nimios como el estudio de los hijos: hay días en que uno no tiene fuerzas para tratar de conseguir que la tarde dé para todo, para aguantar con paciencia la resistencia de los hijos a esa práctica del instrumento que objetivamente es beneficiosa pero que también sabemos -los músicos  por experiencia- que requiere de mucha fuerza de voluntad, de superar la pereza por un bien mayor...
El primer ejemplo de fuerza de voluntad, de superar la pereza, lo damos los padres cuando, con una sonrisa y a pesar del cansancio, decimos: "venga, ahora a tocar un ratito". Y nos sentamos junto al músico, le ayudamos a montar el instrumento, aplaudimos sus logros. 

Y, ¿cuál es la recompensa? 
¡¡La música!! Recuerden: la música es mucho más que un supuesto trampolín para mejorar en matemáticas...

Les cuento: Nochevieja 2018. Hemos terminado de cenar, y papá dice a Catalina: "¿Por qué no tocas algún villancico con la guitarra? Si quieres yo toco el acordeón." Entonces Juan Manuel dijo: "¡Y yo la trompeta!" e Inés: "¡Yo saco el violín!" 
Yo cantaba.
Costó un poquito coordinar esa improvisada orquesta. Papá indicaba, acordeón en brazos, qué nota tenía que tocar cada cual, con qué ritmo. ¡Y sonó el "Noche de paz"!

La música merece la pena, en cualquier caso. Por ella misma. Porque es un bien, una Belleza. Porque hace sonreír. Porque hincha el alma de gozo.

¡¡Mucho ánimo, y que en el 2019 tengamos fuerza para alentar a nuestros músicos!! ¡¡VIVA LA MÚSICA!!

 

martes, 22 de mayo de 2018

Ejercicios para pequeoboístas y principiantes

Esta soy yo.
Muy estimados y estimadas oboístos y oboístas:

¡¡Por fin unos minutos para pasar por aquí!! No penséis que os olvido, no penséis que olvido el oboe...de hecho quiero hoy compartir un material "muy sofisticado" que os he preparado para inspirar esos largos calentamientos que hacéis con el oboe antes de poneros a tocar piezas.
Entrecomillo lo de "sofisticado" porque en realidad lo que os comparto es un esbozo-borrador de uno de esos proyectos que nunca se aterrizan. Quería hacer mi propio libro de técnica recopilando los ejercicios que escribo cada semana en los cuadernos de mis alumnos y, años después de ese gran propósito, solamente había acumulado montones de fotocopias de esos cuadernos. Bajándome del guindo de los proyectos irrealizables decidí coger unos rotuladores y pasar más o menos a limpio el material para poder usarlo.
¡Hoy mismo he trabajado técnica con estos ejercicios colocados en mi atril!
Por si pudieran serviros tanto a profesorado como a alumnado de oboe, LOS PODÉIS DESCARGAR EN ESTE ENLACE (espero que funcione).
Ah, todas vuestras críticas, sugerencias, aportaciones...¡serán bienvenidas!
¿Recordáis que la última vez que asomé por aquí estaba desmotivada? ¡Pues ya no me sucede! Necesitaba un motivo, una excusa, un objetivo con fecha...y lo tengo.
Pero eso os lo contaré otro día, y de paso le daré unas vueltas (más, otra vez) a eso de la motivación y su contrario: la des-motivación.


martes, 31 de enero de 2017

¡¡Desmotivada!!

Me habría encantado encontrar una imagen semejante a la que encabeza el blog pero con un oboe debajo de ese cuerpo derrotado...sin embargo, no voy a perder el tiempo buscando la imagen perfecta. Prefiero escribir.
Después de mucho tiempo sin escribir, me reestreno con una entrada que podría pareceros inusual viniendo de una profesional de la música. No por el tema en sí -creo que no soy la única a la que le pasan estas cosas- sino por el hecho de contarlo. Los músicos a veces nos preocupamos demasiado por "mantener el tipo", y nos cuesta reconocer ante otros compañeros nuestras debilidades. Pensad, por ejemplo, en el miedo escénico. Entre nosotros, ¿solemos reconocer que pasamos...digamos...cierto canguelo -si es que sucede, claro- cuando tocamos en público? 
Otro tema que se lleva a veces con discreción -y del que hoy quiero ocuparme- es la desmotivación propia. Es fácil hablar de la motivación en los alumnos pero ¿qué hay de nosotros?
Ahora viene la confesión: estoy desmotivada con el oboe.
Mi caso será semejante al de muchos de vosotros. Soy profesora de oboe, es decir, tengo un trabajo precioso. Soy también de esos profesores que no tienen un grupo fijo en el que tocar; de los que tocan en grupo sólo de vez en cuando...entre otras cosas porque no me da la vida. 
Pero el trabajo no lo es todo y, en mi vida personal, he tenido unos años muy bonitos en los que nacieron mis tres hijos. Si me lee alguna oboísta madre comprenderá de qué voy a hablar ahora.
Conforme avanzaba mi primer embarazo creí que esa presión abdominal que ejercemos al tocar...¡iba a hacer que mi niña saliera disparada! El caso es que al final del embarazo sustituí el oboe moderno (el "negro", como le llama una amiga mía barroca...) por el barroco, creyendo que, aunque necesitaba menos presión, mantendría así la forma. Luego nació Catalina y, bueno, no tuve mucho tiempo para tocar ningún oboe en meses. Cuando volví a mi "oboe negro" me di cuenta de que había perdido años de forma oboística. Después tuve dos preciosos hijos más.
Así que  he pasado unos años perdiendo y recuperando la forma, recomenzando cada cierto tiempo con el trabajo técnico de puesta a punto. Sin poder comprometerme a tocar en ningún sitio porque tenía que hacer algo más importante: criar a mis bebés. Años con la obsesión de no perder la forma, marcando en un calendario los días que tocaba...y acabando cada semana dándome cuenta de que no era suficiente. Años con esa presión-obsesión de no poder dejar de tocar y tratando de encajar en una vida de madre trabajadora el estudio del instrumento.
Resultado: agotamiento. Desmotivación.
Todavía podía ser más difícil. Desde hace un par de años estoy participando en el equipo directivo de la Escuela, así que tenía dos trabajos en uno, porque una parte de mi horario seguía siendo lectivo. Este curso tomé una decisión difícil: reducir la jornada atendiendo solamente el horario de dedicación al equipo directivo. Consecuencia (por eso la decisión era MUY difícil): dejaría de dar clases. Vamos, que tenía que pasar el síndrome de abstinencia de alumnos.
Ya sabéis, los profesores padecemos una especie de patología que nos hace adoptar a los alumnos o algo así. Diría que especialmente nos sucede a quienes impartimos clases individuales. Nos llega un buen día un niñito encantador de siete años, y le veremos crecer hasta que se nos vaya al conser o, unos años después, termine el segundo ciclo en la Escuela. Me ha resultado muy difícil dejar a los alumnos pero en este momento de mi vida se hizo necesario.
De modo que me vi en la situación novedosa de no tener clase...y ante una oportunidad de oro para aparcar el oboe durante un tiempo. Sí, habéis oído bien: aparcar el oboe. Necesitaba meterlo dentro de un armario y olvidarme de él. 
Ha sido una buena decisión. Me ha gustado quitarme de encima esa sensación permanente de tener que tocar para mantener la forma. Os puede parecer patético esto, seguramente os preguntaréis: "¿Y qué hay de tocar por tocar, sólo para disfrutar?" Bueno, hay momentos en la vida en que esto no es tan fácil, y se ve una trabajando sonido y escalas en plan gimnasia de mantenimiento habiendo olvidado aquella pasión por la música.
Ahora, después de unas largas "vacaciones oboísticas" estoy en otra fase. Una etapa como de reencuentro. Empecé teniendo ganas otra vez de oír música de oboe. Y otra vez pensé lo de antaño, aquello de que el oboe es el instrumento más hermoso de cuantos existen. Y, tirando de ese hilo, me he visto metiendo de nuevo la caña en el botecito de agua. 
Me queda mucho trabajo por delante. Pero todo ha merecido la pena, especialmente mis niños...
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Demasiada tarea? ¿Demasiadas extraescolares?

Queridos lectores: estoy en crisis.

Como madre, todavía no he llegado al "momento tareas". Vivimos ese tiempo maravilloso en que, cuando los niños salen del cole, meriendan y juegan.

No nos queda mucho tiempo. Mi hija mayor acaba de comenzar la Educación Primaria, y creo que faltan sólo semanas para que comience a traer sus pequeñas tareas. Hasta ahora, sólo nos han puesto tareas a los padres. Nos piden que le pongamos sumas y restas y que le hagamos dictados. Pero, digo yo, para eso van al cole, ¿no? Si quieren que la niña haga sumas, que le metan en la mochila una hojica de sumas. Si tiene alguna duda, yo le echaré una mano. Si la veo sin ganas, trataré de animarla, de hacerle ver que todos hacemos cosas muy aburridas pero importantes y tal y cual. Pero ponerle yo la tarea, me da que no. Los papás educamos sin parar...pero no somos los profesores de nuestros hijos. No sé, digo yo. Igual me estoy perdiendo algo, los de la foto parecen felices...

Si pienso todo esto como madre, ¿qué debería pensar la profesora de oboe que llevo dentro?¿Tengo algún derecho a pedir a los padres de mis alumnos que les echen una mano con el oboe, que les animen, que acudan a clase para después poder continuar mi trabajo en casa, indicándoles la posición correcta, la respiración adecuada?

La profesora de oboe que me habita lleva unos años observando que los niños cada vez tienen más tarea del cole (ay, la que se me viene encima...), amén de exigentes entrenamientos de numerosas actividades extraescolares deportivas, sin olvidar alguna que otra hora dedicada al refuerzo o aprendizaje de idiomas, y contando con que siempre se puede, además, estar apuntado a clases de ajedrez o circo. Y que conste que esto del circo no es broma: yo tuve una alumna que, además, hacía circo los sábados. Tiene pinta de ser la extraescolar más divertida de cuantas he oído hablar en mi vida.


Tengo alumnos que quieren estudiar oboe y no pueden, porque al llegar del cole pasan hora y media haciendo tareas. ¡Menuda jornada! De nueve a cinco en el cole -a veces con alguna extraescolar a medio día, para no "perder" ese tiempo de patio- y hora y pico en casa. A estos pobrecicos no les afecta lo de la jornada de 35 horas...

Metrónomo de Praga
Esta hiperocupación del alumnado me está obligando a diseñar nuevos métodos de estudio, como por ejemplo: cómo aprovechar cuartos de hora sueltos con el oboe. Siempre es mejor un cuarto de hora al día que nada seis días y una hora el domingo, ¿no? Podemos hacer un par de ejercicios con la caña y darle unas vueltas a una de las piezas de la semana, metrónomo en ristre. Con el cuarto de hora del martes el metrónomo avanzaría unos puntos más y el miércoles podríamos ya repasar ese tema y comenzar con otro. Así, poco a poco, haríamos más que nada. ¿Qué os parece?

Ahora voy a desahogarme:

¿¿¿Nos hemos vuelto locos????

Somos -los que tenemos edad de ser padres- la generación del estrés, las úlceras estomacales, las urticarias nerviosas, el yoga, el taichí y las tisanas reparadoras. Estamos más agitados que las maracas de Machín, y de nuestras bocas a menudo sale la palabra más emblemática del siglo XXI en occidente: agobio. Corremos, saltamos, y vivimos a tope con unos nervios que p'a qué...y tenemos a los hijos comiendo el bocata en el coche para acudir del judo al oboe y del ajedrez a la banda. 

De vez en cuando, aparecen unos padres en clase...poco comunes. Resulta que han decidido que el niño haga sólo música. Que quieren que disfrute mucho, que aprenda de verdad, y que no se agobie. 

Las más de las veces, tenemos que tratar de cuadrar el horario de música con el de otras extraescolares. Y no queda mucho tiempo para practicar en casa. Bueno sí, lo de los cuartos de hora.

Yo...os quiero a todos, muy queridos alumnos. Con quien tenga más tiempo para el oboe avanzaremos más, con quien tenga menos tiempo, iremos más despacio. Yo trataré de acompañaros, haceros disfrutar, hacer que améis la música, que os apetezca ir a algún concierto el día de mañana.

Para los padres sólo tengo comprensión. Haced lo que podáis. A mí esto de ser madre me parece lo más grande, y también lo más difícil que me haya sucedido nunca. Os aseguro que, si acompañáis a vuestros oboístas en su aprendizaje, aprenderán más y mejor. Pero tened paz, mucha paz. A ver si nos vamos quitando el agobio ese...

 

 





viernes, 7 de agosto de 2015

Estudiar en verano (2): tareas que no lo parecen

Hay quienes dicen que el profesor, el agricultor, el literato, el oboísta, el albañil...no nace, se hace.

A mí me sucede que para algunas cosas al parecer no he nacido y que, por mucho que trabaje, acabo diciéndome: "Esto no es lo mío". Hay otras que me cuestan menos y en estos casos me atrevo a decirme: "Igual he nacido para esto". 



Quiero decir que la experiencia propia y la mera observación de quienes nos rodean, a pesar de muchas antropologías optimistas, suelen enseñarnos que todo el mundo no tiene las mismas habilidades, al menos no en el mismo grado, y la causa no parece ser sólo que no se ha trabajado esta o aquella habilidad: es que todos no valemos para todo. Y no pasa nada, sólo hay que encontrar esa actividad o profesión que nos hace exclamar, llenos de gozo: "¡Yo he nacido para esto!", y ponernos a trabajar y a disfrutar como locos.

El profesor en parte nace, y en una buena parte se hace. El docente no deja nunca de experimentar, de formarse, de buscar nuevos caminos, lenguajes, actividades...que le ayuden a conseguir el objetivo: que los alumnos aprendan, y disfruten aprendiendo.

En el campo de la experimentación los conejillos de indias suelen ser los propios alumnos. 
Conejo de indias preparado para pasarlo bomba en vacaciones
Os cuento una anécdota:
Cuando empecé a trabajar como profesora de oboe, y llegaron las semanas previas a la navidad, pensé lo siguiente: "Si cada semana les mando "x" tarea, para las vacaciones -que duran dos o tres semanas-, tendré que mandarles "x" por 2 ó 3...es lógico, ¿no?"

A la vuelta de las vacaciones descubrí que, en realidad, en estos períodos los alumnos suelen tocar la mitad o la tercera parte de lo que habitualmente practican, y de este modo aprendí que tenía que plantearme la tarea de vacaciones de otra manera.

El profesor también se hace con la formación: las lecturas, los cursillos, etc. Si la práctica de las clases es a veces la experimentación con los alumnos, la formación del profesor suele derivar en experimentación con uno mismo, en cuestionar los propios modos de enseñar.

Si sumamos, por un lado, experiencias como  la que os contaba (la fallida tarea navideña), y cursos y lecturas por otro, el resultado suele ser alguna novedad en nuestra rutina pedagógica.


Una novedad en mi trabajo este curso ha sido la tarea de verano. Ya os contaré más despacio de qué cursillos y lecturas vienen algunas de estas ideas. 

El reto habitual que se plantea el profesor en la última clase del curso, cuando se terminan de preparar las cañas del verano y se habla del trabajo durante este larguísimo periodo es cómo conseguir que los alumnos no dejen de tocar.

En mi caso no busco que los alumnos monten piezas nuevas durante el verano. Pretendo proponer actividades que resulten motivantes, para que el oboe forme parte del descanso y la diversión estival y apetezca tocar a pesar del calor...

El verano pasado escribí una entrada en el blog exponiendo las nefastas consecuencias de un parón oboístico veraniego, para animar a los alumnos a no dejar de tocar.

Ahora comparto con vosotros la tarea que he mandado a mis alumnos, para animarles a tocar...sin aburrirse (comparto el documento "tarea de verano" en la pestaña de material para profesores, por si alguien lo quiere descargar):




VERANO 2015


-       ¡¡¡NO DEJES DE TOCAR!!! Te doy con esta hoja de tarea un modelo de horario para que fijes días y horas concretos para tocar.

-       No toques de cualquier manera. Es MUY importante que recuerdes todo lo que hemos aprendido sobre posición corporal, respiración, relajación, emisión del aire…
-       En tu caso,                           ,tienes que vigilar especialmente:




RUTINA DE ESTUDIO

  1. (Montar el oboe y poner la caña a remojo)

  1. Calentamiento:
    1. Estirar todo el cuerpo, como los gatos.
    2. Girar brazos, muñecas, cabeza.
    3. Encoger y relajar: hombros, dedos
    4. Sacudir todo el cuerpo

  1. Despertar la caña:
    1. Inventar motivos con (por ejemplo):
                                            i.     Diferentes velocidades: semicorcheas, corcheas, tresillos
                                            ii.     Diferentes alturas: e i e a e…
                                          iii.     Diferentes matices: f, mf, mp, p

  1. Sonido con caña:
    1. Elige uno cualquiera de los que tienes apuntados en el cuaderno, o haz tú, de memoria, alguno que recuerdes. También puedes inventar uno parecido a los que hemos hecho.

  1. Sonido con el oboe:
    1. Elige uno de los que tienes en el cuaderno o inventa tú uno: octavas, notas largas en f y p, staccato cada vez más rápido, escalas muy fuerte y después pp….


  1. TAREAS QUE NO PARECEN TAREAS

    1. Sacar canciones a oído: cumpleaños feliz, lo último de tu cantante favorito, canciones del cole…

    1. Utiliza el acompañamiento de las canciones que has tocado este curso e inventa tu propia canción. Fíjate antes en la armadura (sostenidos, bemoles) para tener pistas sobre qué sonara mejor.

    1. Busca entre los temas que has tocado este año el que más te gustó, repásalo un poco y después haz tu propia versión: más rápido o más lento, más staccato o más legato, con otras ligaduras o todo picado, con otros matices…

    1. Practica la primera vista: pon en el atril cualquier partitura que no hayas tocado nunca, mírala concentrándote un poco (recuerda: S-T-O-P) y…¡a tocar!

    1. Inventa tus propias canciones. Si te han gustado mucho, las puedes ir copiando en un cuaderno de papel pautado para hacer tu propio libro de composiciones.


  1. OTRAS ACTIVIDADES

    1.  Repasar las piezas que has tocado este curso.

    1. Tocar piezas nuevas.

    1. Improvisar un rato con la escala y acompañamientos que os propongo en esta dirección:

    1. Oír música oboística. En la pestaña “vídeos oboísticos” de mi blog hay enlaces para ver y oír montones de música para oboe.

OBOE: HORARIO DE ESTUDIO

-       Fija unos días.
-       Colorea la casilla que corresponda al día y hora que vas a dedicar a tocar (mejor por la mañana)
-       Pega este horario en un lugar visible de la casa.
-       Este horario te servirá para los días “normales” del verano. ¡No hace falta llevarse el oboe a la piscina, a la playa o a la tienda de campaña!



hora
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Domingo
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